Por estos días rondan con mucha
más fuerza estas siglas en medio de tanta congestión y tráfico social: TLC. El Tratado de Libre
Comercio se ha convertido en una carrera (aparentemente) a favor del movimiento
económico; es quizá uno de los mayores aciertos que los consumidores han podido
ver en el gobierno actual.
La sociedad tiene un afán
adquisitivo muy grande, que los lleva a aceptar y tolerar las cosas tal y como
lleguen, con el fin de ser ellos (aparentemente) los beneficiados al momento de
las compras, y lo que genere para ellos un gasto y ahorro de dinero.
A cualquier individuo que se
aborde y pregunte en la calle sobre una función básica del TLC, tendrá como
respuesta algo similar a: “llegaran las cosas más baratas, vamos a poder
comprar más, nuestra calidad de vida mejorará notablemente” Pero no todo lo que
brilla es oro y “de eso tan bueno no dan tanto”
No se sabe bien el porqué de las
cosas. Pero lo que sí se sabe, vale suponerse o, debe considerarse, son los
objetivos por los cuales pasan. Resulta cuestionable que justo el día en el que
comienza a regir el “famosísimo” y luchado Tratado de Libre Comercio en
Colombia, se revuelque la sociedad a motivo de actos violentos en contra de
personal gubernamental. Aquí no se está hablando de derecha o izquierda; se
está involucrando al gobierno en asuntos sociales y de convivencia.
En sus indicios, aparentemente el
responsable intelectual y material de los dos hechos que hicieron cambiar la
mirada un día tan histórico para el país, fue LAS FARC. Pero no solo se está hablando de una alteración de orden público
con fines terroristas. También el trasfondo de estos acontecimientos involucra
la intención de desestabilizar el margen económico y político establecido hasta
ahora con el actual gobierno.
Pero aquí no se trata de retomar
temas escándalo, sino intentar entender el fondo de las cosas.
Colombia no está preparada para
una normativa de este tipo. Comenzando porque estructuralmente no está en
capacidad de incrementar su flujo de ingreso de mercancía en los puertos
centrales de manejo, ese retraso estructural también involucra las vías al
interior del país; ¿por qué no preocuparse primero por la movilidad y el
fortalecimiento interno, para luego tener una imagen firme y solidificada que
venda una apariencia más convincente de lo que hay ahora? Independiente a eso,
¿qué hay de los microempresarios? Sí, es muy factible que puedan iniciarse
procesos de exportación, ¿pero mientras eso pasa qué? ¿Le tocará disminuir el
costo de sus procesos y su mano de obra? ¿Y qué será de aquellos que no cumplan
con el millar de requerimientos para exportar?
Primero hay que analizar lo que
se tiene y mejorar las cosas defectuosas que se vean necesarias corregir; con
esto se busca tener la seguridad de lo que se tiene y con lo que se va a
competir. Evitando que cualquier inconveniente no irrumpa como el gran acabose y
genere un desequilibrio social, económico y político tan
luchado por mucho tiempo.
El TLC tranquilamente puede
resultar como una estrategia gubernamental priorizada sin sentido, y no, en ese
enfoque social que Colombia necesita para el desarrollo.
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