domingo, 11 de diciembre de 2011

La satisfacción del deber cumplido


¿Qué es la satisfacción del deber cumplido?, ¿cuándo sabemos que hemos cumplido un deber?, ¿qué hacer después de creer haberlo hecho todo?, ¿cómo saber interpretar las reacciones de nuestros clientes?

Muchas preguntas giran en torno a esto, y es muy posible que lleguemos a pensar en una connotación política e incluso policial, pero sin embargo no deja de ser una “ley” aplicable a todos los aspectos de la vida. Ahora bien, generalmente la idea principal que se ronda por nuestro cerebro al mencionar esto es el bienestar que nos ocasiona saber que hemos terminado algo. Que lo hemos terminado bien. Y si, resulta siendo eso, pero como todo, hasta las más mínimas cosas tienen trascendencia en el tiempo, y este tipo de situaciones no se escapan de esto.

 “La satisfacción del deber cumplido” es tranquilidad, alegría, equilibrio, bienestar y es esa euforia característica que nos queda luego de haber hecho algo. Ésto sin mencionar el cansancio y todas esas consecuencias físicas que requiere un gran trabajo y un buen esfuerzo; también nos genera, algo a lo que yo definiría como: las no  necesariamente ganas de volver y repetir, sino mas bien, las ganas de trascender; dentro de nosotros se siembra un deseo de crecimiento y progreso, ganas de evolucionar y traer con nosotros nuevos retos para afrontarlos con muchas más ganas que el anterior y con esto, obtener muchos mejores resultados para nuestra vida laborar y personal.

Todos, independiente de que nos llamen creativos, comerciantes, diseñadores, docentes, publicistas, administradores, mercaderistas, etc; estamos ligados y de alguna forma obligados (dependiendo de las ganas y el nivel de crecimiento que se quiera tener) a tomar un camino emocional, a ver las cosas desde una connotación humana; tanto para desempeñar nuestra labor, como para afrontar nuestra vida personal. Y teniendo en cuenta que, de alguna forma, la influencia de la una hacia la otra determina nuestra calidad de vida y la forma con la que afrontamos las cosas.

Todo en la vida se trata de hacer las cosas por pasión, con gusto, dedicación e interés. Interés por recibir una remuneración; si, es real, uno no trabaja para que lo vean. Pero no siempre se trabaja por la consignación en la cuenta o el cobro del cheque. Las remuneraciones más valiosas no son las económicas. Y puede que suene a frase de cajón, o  a típico manejo del lenguaje para la superación personal, pero, en este caso no me refiero a esa  remuneración humana económica y superflua, sino a ese pago intangible pero satisfactorio que un cliente pueda darte, es quizá ésta una de las grandes cosas por las que se aprende a trabajar sin esperar que tan lleno va a quedar después tu bolsillo y es  esa sonrisa ajena acompañada de esa característica mirada a los ojos que te dice: “buen trabajo, muchas gracias” y saber que ésto te hace sentir “La satisfacción del deber cumplido”. 




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